En el trabajo.

Para los que no lo sabían, es verdad, ya tengo trabajo...

Y es un rollo: El primer día me habló mi jefa preguntando por qué no había llegado, el día anterior me habían mandado un mail en el que decían que la vacante ya estaba ocupada.

Llegué lo más rápido que pude y comenzó la introducción, me presentó con todos, me dio los papeles de qué hay hacer y que no en el trabajo (esos que no sirven de nada porque nadie los cumple).

Los cinco días siguientes, del miércoles hasta el domingo (¿¡?!), me tocó ir a la Feria de la Computación para "aprender" como funcionaban todos los productos.

Después de eso todo ha sido trabajo de oficina: Me levanto tempranito, me baño, me visto, desayuno y salgo corriendo a cruzar un tercio de la bendita ciudad de México.

Es uno de esos trabajos en donde hay que ir alaciada, maquillada, entaconada y todo eso. Y pues para una (cuasi)comunicóloga que siempre andaba de jeans ese hábito es muy difícil.

Diario hay que saludar a absolutamente TODOS los de la oficina de beso y preguntarles cómo están ellos, su prole y su perico.

Después hay que revisar el periódico, buscar las notas de tecnología y educación, checar los pendientes, actualizar la base de datos, contestar los mails... ufff.

Si me da tiempo entre un pendiente y otro hago la tarea.

Cuando salgo de la chamba me voy corriendo al metro para llegar a la uni, después clases, clases y más clases.

Y por eso el blog andaba descuidado... lo siento.

Pero todo va bien, estoy aprendiendo y la paga tampoco es mala $ (con ese dinero se avecina un viaje al rafting).

Lo malo es que cada tres o cuatro días mi jefa me habla su oficina, cierra la puerta y me echa algún choro de porque hay que checar la tarjeta, al siguiente día pide una disculpa por el enojo del día anterior y me regala un dulce de chile.

Y así nos la pasamos todas las semanas.