Es uno de mis juegos favoritos.
Consiste en tocar el timbre de una casa dos o tres veces y luego salir corriendo.
Cuando estábamos en primaria inventamos una variedad del juego: las puertas de los salones eran de madera y las paredes estaban cubiertas mitad ladrillo y mitad vidrio.
Así que cuando la maestra salía del salón corríamos por el edificio de primaria a tocar en cada una de las puertas y como no podían vernos si nos agachábamos, pues ya se imaginarán como se ponían las maestras.
De repente, cuando voy caminando sola en la calle me acuerdo del juego y me da por tocar el timbre de algunas casas. Ahora no tengo que correr porque ya me veo más grande y nadie creería que fui yo la que toqué.
¡Saludos!
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